viernes, 20 de enero de 2012

Sola

"Ahora que tu muerte
acaba de nacer.

Ahora que no me oyes
y porque no me oyes
te lo digo..."

José María Parreño



Tu cuerpo no deja de hablarme, de traicionarte, de adelantarse al confuso sonido de tu voz que busca una palabra, un argumento, otra comunicación que quiere ocultarte de tus verdaderos deseos que debes reprimir, que intentas controlar y que no te comprometan, que no te perjudiquen, que no te debiliten.

Y cada mañana cruzas la calle por delante de mi ventana sabiendo que te estaré esperando y observando y pienso, con cada uno de tus pasos, que mirarás hacia donde me encuentro y fijarás tu mirada en mi mirada y me dirás, con mucha intensidad, que te acompañe, que viajar sola deseando caminar con alguien que no es solo alguien sino un amado, un compañero, un amigo, es preferible al absoluto silencio, a no sentir sus manos, a la ausencia, la falta de un abrazo, pero llega el día en que decido no esperarte y observarte, pensarte o entenderte y bajaré, todo impaciencia, a truncar tu recorrido, a reescribir tus pasos, a entrelazar minutos y momentos, a beber los mismos vientos.
     Y tras ese día decidido, tras esa espera intensa y remitida, tras ese monstruo irracional y omnipresente que llamaba miedo descubro con sorpresa, horror y desconcierto que a la muerte fuiste voluntaria.

miércoles, 18 de enero de 2012

"Ayer estuve muerto,
supino, agazapado entre las voces
del día."

Fernando Aramburu


Entre páginas deambulo, entre líneas y palabras, entre ideas y recuerdos, preso e inquieto entre paredes que no consigo alcanzar con la mirada. No callo el ruido de mi mente, no sereno sus voces, sus imágenes y el tiempo sólo produce un elevado eco que no cesa.

Una sensación de asfixia en mi garganta que desciende hasta mi pecho y, en alguna parte, se obstruye, dificulta, lastra el tránsito de mi aliento y continúa el tiempo con su carrera, con el hurto de mis horas.
     Nubes que no se detienen, palabras incompletas, imágenes fundidas con otras imágenes, el tiempo que no encuentra reposo entre tanto ruido y va mostrándome el final de la jornada, el final de una pequeña porción de un día que va retirándose al pasado, al recuerdo, a la estéril repisa de los libros en blanco, de la literatura en potencia, de la paciente palabra.

lunes, 16 de enero de 2012

Los primeros pensamientos

Un movimiento, debajo de la manta, a mi lado, me devuelve de un sueño del que no quisiera regresar y en la penumbra de la habitación reconozco gestos y rutas mecánicas, adquiridas, adaptadas durante años a la vida de pareja, a los muebles y recuerdos. Mientras abro mis ojos y me desperezo y lamento despertar tan pronto, dejar mi sueño apresuradamente, y recobro, poco a poco, mi realidad de los últimos días y, con ellos, mis proyectos elaborados entre ruidos y sombras, entre intensos vacíos, entre nadas que crean la rutina aniquiladora, la proliferación de rostros sospechosamente felices, gestos artificiosos y falsa actitud condescendiente, se dispersa la penumbra y a raudales invade la luz madrugadora animando, de vida, la mañana.

jueves, 12 de enero de 2012

Un frío martes.

Ha pasado mucho tiempo desde que dejamos de vernos, de hablarnos, bueno, de hablarte yo porque te he querido, te quiero y, ya sabes, te querré aunque no me creas, ni confíes en mí, ni sientas, por mí, otra cosa que morbo y me veas como si fuera un hermano, o un padre, o un cura, o, simplemente, un amigo. Me has deseado y creo que aún me deseas pero tu vida, la que has elegido, limita tu existencia, la acota, la asfixia y, por eso, no nos entendemos, por eso, discutimos, por eso, lloramos y nos amamos y nos odiamos, dejamos de hablarnos por todo el daño que nos hacemos y, por eso, volvemos a encontrarnos, a querer hablar aunque tú no puedas ser capaz de abrirme tu corazón, ni yo pueda contarte, de mí, todo lo que yo siento.
     Ha pasado, como digo, mucho tiempo y ahora, después de haber cortado yo el último puente que pudiera mantener conectados nuestras dos vidas vuelves a llamarme a media mañana de un martes frío, mientras camino sin prisa por el centro de la ciudad y veo tu nombre y reconozco tu voz y, extrañado, sorprendido y contento contesto tu llamada entre ruidos y tránsitos y cosas por hacer.

Hablamos y te pregunto, porque quiero conocer, quiero saber a qué atenerme contigo porque no deseo pasarlo mal, ni hacértelo pasar mal a ti. Te pregunto y sólo deseas un amigo, sólo necesitas eso, alguien que esté ahí porque tu vida ya no es vida, porque no eres tú, ni la sombra de lo que fuiste, porque tu cárcel se alimenta de tu aliento y ya se acerca hasta tu piel y busca controlarte, impedirte, limitar tu libertad, tu autonomía, tu individualidad hasta dejarte como una sencilla y útil prolongación de quien mueve tus hilos y sólo quieres eso, un amigo, alguien que a través de la pared de tu prisión te lleve algo de luz, de calor, de vida y accedo y te concedo, al tiempo que para mí lo es, y un privilegio, por lo que siento por ti, darte ese amigo aunque, creo que estoy repitiéndome, no me abras tu corazón, ni yo sea ya capaz de abrirte ya el mío.
     Eso fue todo, ayer, entre ruidos y un frío intenso y ganas de saber y hoy vuelvo a ver tus palabras y a oír tu voz y siento inquietud y temor porque creo que eso que necesitas, eso que llamas amigo, lo necesitas con intensidad y con cierta frecuencia y yo, amiga mía, aunque pudiera darme con esa intensidad y frecuencia no lo haría porque mi orgullo, mi gusto por la soledad y el temor que tengo de volver a vivir lo que siento por ti con la fuerza con que me recorre me lo impiden y, además, deseo escribir este relato y pasar mis días sin ninguna compañía.

martes, 10 de enero de 2012

Un comienzo.

Me cuesta comenzar, superar la página en blanco, vencer el miedo, la censura, la exigencia y recurro a libros, canciones, imágenes, películas, sumergiéndome en algo virtual, en una bruma que apenas me ayuda y que se desvanece cuando la realidad, o lo que creo que es la realidad, llama a la puerta.
     Y, mientras, como, bebo, me dejo ver la tele, escucho a quien me convive, y aguanta, y después dormito en sutil y breve duermevela y deseo, cómo no, volver cargado de palabras, o de historias, por muchas cosas que en tan breve tiempo pasaron por mi mente y tomo papel y lápiz, o teclado, que no viene a ser lo mismo, y miro la pantalla y veo lo que me devuelve, un absoluto blanco hueso, un vacío intenso, la nada aterradora. Y la frustración me cala los huesos mientras fuera de mi casa luce y calienta, con cierta fuerza, las últimas horas de un breve e infructuoso día.