acaba de nacer.
Ahora que no me oyes
y porque no me oyes
te lo digo..."
José María Parreño
Tu cuerpo no deja de hablarme, de traicionarte, de adelantarse al confuso sonido de tu voz que busca una palabra, un argumento, otra comunicación que quiere ocultarte de tus verdaderos deseos que debes reprimir, que intentas controlar y que no te comprometan, que no te perjudiquen, que no te debiliten.
Y cada mañana cruzas la calle por delante de mi ventana sabiendo que te estaré esperando y observando y pienso, con cada uno de tus pasos, que mirarás hacia donde me encuentro y fijarás tu mirada en mi mirada y me dirás, con mucha intensidad, que te acompañe, que viajar sola deseando caminar con alguien que no es solo alguien sino un amado, un compañero, un amigo, es preferible al absoluto silencio, a no sentir sus manos, a la ausencia, la falta de un abrazo, pero llega el día en que decido no esperarte y observarte, pensarte o entenderte y bajaré, todo impaciencia, a truncar tu recorrido, a reescribir tus pasos, a entrelazar minutos y momentos, a beber los mismos vientos.
Y tras ese día decidido, tras esa espera intensa y remitida, tras ese monstruo irracional y omnipresente que llamaba miedo descubro con sorpresa, horror y desconcierto que a la muerte fuiste voluntaria.